A día de hoy, estas y otras frases similares se siguen escuchando a nuestro alrededor.
Acudir al psicólogo todavía sigue siendo motivo de vergüenza o señal de debilidad para muchas personas.
Pero, afortunadamente, se está visibilizando cada vez más la necesidad de cuidar nuestra salud mental.
“¿Cómo me va a ayudar alguien que no me conoce?” “No necesito ayuda, yo sé solucionar mis problemas”

Durante nuestra vida, han ido calando en nuestro imaginario muchas ideas preconcebidas sobre lo que significa ir al psicólogo o tener un trastorno mental.
Ir o no ir al psicólogo
En libros, películas y series se nos ha presentado a la persona que recibía ayuda psicológica y/o psiquiátrica como alguien incapaz de controlarse, inadaptado, objeto de burlas pero, sobre todo, como una persona peligrosa (también podemos verlo en las noticias).
Visto así, ¿cuántas personas van a poder y/o querer identificarse con este estereotipo? Como es de esperar, muy pocas o ninguna.
Por el contrario, no se reflejan tanto en estos estereotipos, aspectos tan importantes como el sufrimiento y el malestar.
Estos indicadores son, sin embargo, más fiables que aquellos prejuicios que tenemos en nuestra mente.
Hablamos de que una persona necesita ayuda psicológica cuando hay un malestar en sí mismo o en su entorno, cuando este sufrimiento se prolonga en el tiempo e interfiere en su vida diaria, impidiéndole mantener una buena relación consigo mismo o con quienes le rodean.

La figura del Psicólogo
Además de los prejuicios, existen muchos mitos sobre la figura del psicólogo y cuál es su papel en la terapia.
A menudo, se concibe al psicólogo como aquella persona sabia y erudita que da consejos valiosos para la vida del paciente y que, incluso, puede decidir por él/ella.
En cambio, esta creencia se aleja bastante de la realidad, SÍ somos profesionales formados y acreditados pero, a diferencia de lo que algunos puedan creer, no tenemos poderes, ni varita mágica, ni fórmula matemática que solucione cualquier problema de forma instantánea… ¡Qué sencillo sería todo! ¡No existirían los problemas!
La figura del psicólogo
La figura y el rol del terapeuta y la terapia en sí, se parece más a lo que describimos a continuación:
- Paciente como experto en su vida y sus experiencias: él es quien mejor conoce su pasado, presente, mundo interno y contexto. Es quien puede aportar la información sobre la que trabajar.
- Terapeuta como guía: recoge lo que el paciente trae a consulta, ayuda a la persona a clarificar, reformular, poner el foco en otros aspectos y aportar nuevas visiones que ayuden a reconsiderar lo que sucede. Además, es capaz de dotar de las herramientas necesarias al paciente para que sea éste quien pueda ponerlas en práctica en su vida.
- Paciente como motor del cambio: el paciente no es una persona pasiva que solo recibe los conocimientos del terapeuta sino que se construye como un sujeto activo que debe generar y mantener los cambios.
- Terapeuta trabaja desde la aceptación y el respeto: no se trata de que el psicólogo vaya a introducir sus ideas y valores en cada paciente. Cada paciente acude con sus propios valores e ideologías y el terapeuta escucha, sin intención de juzgar o valorar aquello que pertenece al paciente.
- Paciente autónomo: la terapia trata de generar un mayor autoconocimiento en el paciente, que le permita afrontar aquellas dificultades presentes y futuras con las herramientas que ha aprendido o desarrollado en la terapia.
Esta breve explicación puede situarnos más en la realidad de ir al psicólogo y ayudarnos a comprender cómo puede ayudarnos. El tiempo que dura la terapia tampoco es algo preestablecido, dependerá del paciente y del terapeuta. Además, una vez finalizada la terapia puede que no volvamos más o quizá volvamos a recurrir a ella en otro momento.
Lee más sobre qué es un psicólogo:https://www.umarepsicologia.com/sabes-que-es-y-que-no-es-un-buen-psicologo/