En el post de hoy os traemos un tema del que, sin duda, continuaremos hablando más adelante en el blog. Comenzamos hablando sobre algunos conceptos de la vinculación y el apego en la primera infancia y de la Angustia por Separación, punto clave que, según el momento evolutivo, es señal de maduración (Angustia del Octavo Mes).
Durante muchos años, se ha investigado sobre la relación y el establecimiento del vínculo entre madres, padres e hijos. Desde la ansiedad ante la pérdida del objeto de Freud, pasando por discusiones sobre si los niños tienen o no un sistema maduro para hacer el duelo en la separación, hasta realizar experimentos para analizar el tipo de apego como la situación extraña de Mary Ainsworth que expondremos otro día.
La «Angustia del Octavo Mes»

Hoy vamos a comenzar explicando la llamada o “Angustia del octavo mes” descrita por Spitz. Cuando los bebés son recién nacidos, parece más sencillo que puedan estar con más personas y quedarse tranquilos y relajados. Sin embargo, al acercarse al OCTAVO MES de vida (aproximadamente, puede ser unos meses antes o después), podremos observar que el bebé prefiere estar con sus cuidadores principales, mientras que llora y se alarma cuando no es así.
Esta reacción de angustia en el niño es señal de que ha comenzado a diferenciar entre lo conocido y lo desconocido, lo cual es un signo de maduración. Además, comienzan a angustiarse y llorar si sus figuras de apego se marchan. Esto es porque cognitivamente no está preparado para entender que su cuidador principal, aunque no esté a la vista, se mantiene en el mundo, lo cual puede ayudarnos a comprender y tolerar mejor la angustia del bebé y manejar la frustración que nos genera.

Para ir construyendo estos esquemas y elaborar la presencia/ausencia del objeto es importante realizar juegos de esconder objetos (de forma parcial y completa), jugar a escondernos, el juego del cucu-tras, etc.
Es posible que durante el desarrollo de nuestro bebé estos procesos no se den al octavo mes, quizá sea más adelante pero debemos estar pendientes y atender a ciertas señales que podrían indicar que esta elaboración del vínculo y la presencia/ausencia no se ha podido completar. Si hacia el año/ año y medio…
- El niño o niña se muestra indiferente ante nuestra presencia
- Se acerca indistintamente a cualquier persona sea conocido o desconocido
- Tras nuestra ausencia el niño o niña se muestra muy alterado/enfadado pero no conseguimos reconfortarlos ni calmarlo con nuestro contacto.
¿Qué ocurre cuando esta angustia se mantiene y cronifica en el tiempo?
Cuando esta situación se dilata en el tiempo, podría realizarse un diagnóstico de TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN (DSM-5). Este diagnóstico engloba el miedo o ansiedad que el niño o la niña puede experimentar al separarse de sus figuras de apego o al anticipar la separación. Pueden rechazar estar solo o lejos de estas figuras, y tener miedo de separarse para ir al colegio. Incluso pueden aparecer pesadillas, quejas de síntomas físicos (dolores de cabeza, vómitos, etc.) cuando se va a producir la separación.
Todo ello, puede causar mucho malestar en la familia y condicionar su día a día por lo que os animamos a que, si os veis reflejados, podáis consultar con un/una especialista.
Puedes leer más:
https://www.sepypna.com/revista-sepypna/articulos/teoria-apego-psicoanalisis/2/
https://www.umarepsicologia.com/la-madre-suficientemente-buena/