Adolescencia: desarrollo y pantallas. Umare

Adolescencia: desarrollo y pantallas

¿Cuál es la influencia de las pantallas y redes sociales en los períodos del desarrollo de los niños? ¿Y de los adolescentes? Hace unos días saltaba a la prensa una noticia que hablaba sobre el uso de las redes sociales durante el desarrollo del cerebro en la adolescencia y los efectos que tiene en su salud mental.

Esta es una de las consultas que aparecen con frecuencia cuando las familias acuden buscando ayuda, habitualmente enredada con otras demandas: ausencia de comunicación entre los miembros de la familia, problemas de conducta, aislamiento, falta de motivación, tristeza, etc.

Y sí, parecía obvio que las nuevas tecnologías se convertían en una forma de conectar, de sentirnos más cerca y que nos facilitarían la comunicación pero encontramos que, a menudo, nuestros adolescentes se vuelven más solitarios que antes. Aunque no solo influyen en esto las redes sociales, el modo de vida actual acelerado e individualista, dista mucho de cómo se forjaban antes las relaciones sociales y supone, como es comprensible, un cambio.

Teniendo en cuenta esto, no debemos perder de vista la etapa del desarrollo en la que están los adolescentes y que para las familias supone un gran reto comprender. Por ejemplo, que los adolescentes busquen un grupo de referencia forma parte de su individuación, bien puede ser a través de su imagen, aficiones como la música o deporte y, en especial, por su círculo de amistades. Esta búsqueda suele estar reñida con lo que los padres y madres esperaban y entra otro factor en juego: la negociación.

A medida que los niños crecen van tomando más decisiones (qué ropa eligen para ir al cole, el juguete que quieren, etc.), esto continúa en la adolescencia pero aparecen aspectos que para las familias son más difíciles de gestionar (la hora de volver a casa, la propia gestión en los estudios, los lugares que se frecuentan o ciertas conductas de riesgo) y que precisan de mucha comunicación y negociación previa entre los padres y/o madres, para evitar los conflictos abiertos entre ellos. No siempre se compartirá la misma opinión, pero será necesario llegar a acuerdos para, después, negociarlo con el adolescente.

Del mismo modo, en este proceso adolescente, el tiempo a solas es necesario y el tiempo separado de sus padres y/o madres también. Esas antiguas figuras de referencia dejan de ser únicas, se cae el velo de la infancia y empiezan a ver a los padres y madres como seres falibles. Empiezan a verles como Los Otros, y ahí es donde aparecen las vergüenzas o el rechazo cuando antes había solo admiración y cariños. Esta parte es difícil de asumir o relativizar por la familia y se corre el peligro de alimentar la fantasía de que ese cambio es permanente y que se resienta la relación a futuro. Por ello, la posición de la familia en esta etapa es tan importante y compleja, ya que se debe colocar equidistante, permitiendo el espacio y la diferenciación pero accesible, tratando de favorecer un espacio de comunicación y aceptando que sus adolescentes están creando su espacio íntimo al que no tendrán todo el acceso que les podría gustar.

Volviendo al uso de pantallas y redes sociales, como hemos mencionado, tener una red de apoyo y un grupo de referencia es imprescindible para el adolescente y en los últimos años, las tecnologías se han convertido en el medio principal para establecerla. De este modo, una parte de la comunicación de los adolescentes con sus iguales es a través de la pantalla, y en consulta observamos que este tiempo complementario de interacción, se convierte en el tiempo principal y que muchos adolescentes prefieren hablar online. Esto no solo alimenta que progresivamente se sientan solos y aislados, sino que también les impide el aprendizaje de las herramientas de socialización “en vivo” en esta etapa. Nos encontramos entonces ante una bomba de relojería: un estado de ánimo bajo derivado del sentimiento de soledad y búsqueda (propio de la edad y alimentado por la distancia creada por la pantalla), junto a una dificultad para afrontar situaciones sociales por falta de herramientas y la angustia y el miedo que ello conlleva.

Por todo ello, establecer cuál será el tiempo destinado a pantallas y redes sociales y con amigos y amigas, así como la comunicación en la familia son aspectos muy relevantes. Y es imprescindible empezar desde el principio, la infancia, y subrayar el acompañamiento y la educación que las familias son responsables de hacer para con sus hijos e hijas. Esta educación, es primordial y supone todo un reto que, en todas las situaciones requiere una explicación, y en algunas una limitación, siempre adecuado a la edad del menor y teniendo presente su educación y protección.

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